Ignoro cuál será su consideración hacia los fenómenos paranormales. Leñe, qué feo queda esto. La cuestión creo que pasa por la aceptación. o no, de habitar en un mundo en el que se mezclan luz y oscuridad, mito y racionalismo, creencias tradicionales y conocimiento científico.
Aquello tan manido de: Yo no creo en las brujas, pero haberlas haylas.
La obra literaria de Isabel Allende a menudo presenta personajes que asumen, aceptan y participan con naturalidad de ambos criterios y algunos espíritus vivaces capaces de nadar a su antojo sobre el plano del tiempo.
En este aspecto parece que meigas, bruxos y demás parentela, dieron en el cono sur con un fértil terreno literario.

En El cuaderno de Maya, asistimos al cataclismo personal de una adolescente que se ve engullida por la turbulenta vorágine del sistema social norteamericano anclado en usos y métodos que le mantienen incapaz de rectificar los errores que provoca su propio deterioro.
En contraposición a la excelente presentación del escenario neoliberal, made in USA, la autora recomienda el remedio de la apacible existencia en una isla de Chiloé en la costa meridional chilena, al tiempo que nos recuerda la amarga época del golpe de estado de Pinochet, el 11 de Septiembre de 1973, y las terribles violaciones de los derechos humanos que se produjeron por doquier en las sádicas manos de servicios secretos y militares.
Para acabar concluyendo que si el amor puede perjudicar temporalmente la salud mental de los afectados, el uso de cualquiera de las drogas suele tener catastróficas consecuencias.
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