Bueno me largo, es un relato de viaje, en ésta ocasión sobre el camino de santiago oficial que discurre desde su nacimiento en Saint Jean de Pied de Port, más allá de los Pirineos y acaba, que no finaliza, en el interior de la pequeña catedral de Compostela. Al final de cada una de sus jornadas el autor nos ofrece una conclusión enclavada en una frase, como sí estuviese dispuesto desde el primer paso a cursar una suerte de aprendizaje. Suelo leer con gusto éste tipo de escritos para conocer de primera mano lo que piensan aquellos que recorren ese sendero y éste, del que hablamos, me ha parecido uno de los más sinceros, apenas se pierde por vericuetos esotéricos y se limita a constatar que algo mágico, que pervive en las orillas, rodea al peregrino durante el tránsito. También contiene ciertos aspectos tragicómicos y muchas verdades respecto al carácter tan diverso de los seres humanos cuando afrontan una prueba de esfuerzo físico y psicológico y ensalza a menudo el valor de la amistad que presta apoyo e impulsa al compañero cuando le llega la hora del derrumbamiento. Palmeros se dice de aquellos que concurren hacia Jerusalem. Romeros a los que ocupan cualquier camino y cuyo destino se encuentra en Roma y Peregrinos son estos que persiguen un reguero de flechas amarillas. Obstinadas indicaciones que señalan un incierto destino. Incierto porqué la mayor parte retornan a sus lugares de residencia sin asomarse a la puesta de Sol en el mar hirviente. O Mar de Ardora, que decimos en el Finisterre. La soledad y la transformación personal del autor afloran entre las lineas de algunos párrafos, aunque no se concede el recurso de caer en idénticos tópicos que otros han reflejado y de los que estoy casi seguro no han recorrido caminando ni una sola jornada. Un libro sencillo de fácil lectura escrito por un famoso monologuista de la televisión alemana que parece más complicado de lo que se reconoce. Ni lo intenten siquiera, no recorrer el camino de las estrellas, me refiero a desbancar al maldito aparato del lugar preeminente del salón, a buen seguro que ha conquistado el corazón y capturado la atención de sus cohabientes. Donde sí no es el fútbol que sirve de aperitivo o los amañados concursos en los cuales el único idiota es el que escucha estupefacto como los participantes que bien disimulan ignorar elementales conocimientos, se llevan un buen montón de billetes a condición, claro está, de dejar el grueso del capital ante la pública codicia, entre anuncios interpuestos, de futuros incautos. Y son las noticias que alteran la percepción de la realidad las que ofrecen al condumio de la cena familiar un sinfín de verdades cocinadas mientras ocultan lo que sí les resultaría nutritivo y por ello les podría afectar en su vida diaria. Bien seguidas a continuación por las mentiras menos arriesgadas que nos muestran una sarta de disparates o una forma de vivir a base de mentiras en el interior de una película, una serie que se pretende histórica o un apasionado debate alrededor de unas imágenes que se repiten una y otra vez en decenas de ocasiones. Eso de la tele que escupe encantamientos, ya me dirás Shasha. ¿Si no es magia inexplicable? Y ahora voy a seguir con el cuento.
Archive for the ‘De Shasha’ Category
De encantos
Posted in De gallegos, De lecturas, De Shasha on 1 febrero, 2016| 6 Comments »
De pechugas
Posted in De lecturas, De recetas, De Shasha on 2 octubre, 2015| 4 Comments »
Alzarse por la mañana y darse el capricho de emprender un largo paseo por el campo, como cada día, pero hoy con algo más que ganas, el patio sembrado con un carro de páginas de otoño. Y en la bandeja de la nevera una solitaria pechuga de pollo fileteada, apenas media docena de escuetas lonchas. Una cebolla dispuesta a ser picada como el presupuesto de educación, una zanahoria con vocación de finas rebanadas, una patata mediana cortada en panadera y cubierta de agua con una pizca de sal, un pimiento para hacer picadillo. Pimentón de la Vera, Dulce como tú. Medio limón, sal, pimienta, medio vaso de vino blanco y una docena de almendras. Cubrimos el fondo de una tartera con aceite de oliva, del bueno, que para malo ya llega el cocinero a fuego medio, cuando esté caliente cerramos por ambas caras los filetes de pechuga salpimentados, sin permitir que se pongan dorados y los reservamos en una bandeja. En el mismo aceite añadimos la cebolla. el pimiento, la zanahoria, regados con sal y cuando empiece a llorar el sofrito, que se fastidie, para una vez que le toca, ponemos media cucharada de moca de pimentón. Removemos con cuchara de palo,añadimos la patata bien escurrida y removemos de nuevo hasta que tome color. Emborrachamos el condumio con el medio vaso de vino y las peladuras del medio limón, con cuidado de extraer sólo la parte amarilla que la blanca amarga. Cuando retoma la cocción agregamos las almendras y el zumo del medio limón y dejamos hervir a fuego lento hasta que se partan las patatas con facilidad. Unos tres cuartos de hora. Si es necesario podemos añadir una tercera parte del vaso con agua para que no se queden demasiado secas. Instalamos cómodamente los filetes de pechuga de pollo sobre el guiso, sin que las cubra el agua y añadimos diez minutos de cocción para que se acaben de mezclar los sabores.
Un libro para un día de otoño, el holocausto húngaro narrado desde el punto de vista de un hombre de once años. 600.000 judíos fueron puestos en manos de los nazis por sus propios compatriotas cristianos.
Volví de Budapest a mi pueblo natal con la nostalgia herida. Había cosas de las que no se podía hablar. Aquél año de ausencia se interponía como un muro de silencio entre mis amigos cristianos y yo. Porqué en aquel año, ellos siguieron siendo unos niños normales; yo, en cambio ya no lo era.
«¿Por qué quiero a mi patria?» Ése era el título de una redacción de marzo de 1945. ¿Tenía que escribir que la quería? No era tan fácil desde luego. Si no estaba equivocado, mi patria había querido matarme.
Después busqué la calma.