Ganamos una cantidad de dinero parecida, bien medida, que permite portemos la ropa y el calzado a la moda, comamos idéntica comida preparada con las mismas recetas y adquirida en hipermercados estructurados por el mismo consultor de marketing y etiquetada en blanco o en color desde una sola fabrica multinacional. Que todos al unísono, a la hora Prime Time, nos sentemos frente al televisor, comprado a ese consorcio para contemplar nuestro programa favorito, precisamente el que le gusta al anónimo productor de la compañia multimedia que nos muestra donde podemos ir de vacaciones, lo que debemos pensar para ser felices, aquella a la que solicitamos los libros o los discos que recomiendan en el suplemento dominical publicado por el mismo editor. Todo disfrazado de instructivo entretenimiento y destinado a evitar que comparemos actitudes, compartamos conocimientos que nos aporten pensamientos diferentes que nos ayuden a ser seres humanos distintos, con una diferente escala de valores representada por los conceptos que representan palabras pronunciadas en un millón de idiomas. Hasta que el pensamiento único imponga sus uniformes criterios en los confines de la tierra y todos nosotros, sin saberlo, escribamos el mismo relato.

F/5,6 1/400s ISO-400 38mm
Estuve tentado de copiar el mismo relato, modificar apenas unas palabras y subirlo como propio sólo como apoyo a la temática y a vuestra opinión. Pero me abstendré… hasta que sepa si mis abogados son mejores que los suyos 😉
Muchas gracias por tenerme tanta inmerecida consideración, pero sí lo considera necesario para una cuestión de fuerza mayor. Apañe usted lo que le plazca. Eso sí, en la retribución pecuniaria iremos a medias. Un abrazo.
Al menos los abrazos los podemos repartir a portes iguales sin riesgo de demandarnos.
Y al final terminara siendo una meta conseguida, porque realmente cada día nos dejamos más de influenciar por factores externos, que nos hacen más iguales a todos. Por naturaleza somos seres que nos gusta no ser menos que los de al lado, si el vecino se compra un coche, allá vamos nosotros a ver si conseguimos uno mejor o igual para fardar y no ser menos, aunque estemos hasta el cuello de deudas y nuestro vehículo esté bien. Lo hermoso está en lo diferente, pero somos tan ignorantes que no nos damos cuenta y queremos ser un calco del otro. Me gustó leerte amigo. Besitos a tu alma.
Ay cuanta razón llevas María del Mar, sobre el consumo envidiado. De coches el más temprano que poseo aún es adolescente y goza a sus diez y seis de la mejor edad. Deberiamos pensar antes de adquirir uno nuevo en el sufrimiento constante que padecen los obreros en la cadena de montaje y de la vigilancia con cámaras a que están sometidos, por si acaso se rascan más de la cuenta, entre pieza y pieza, perdiendo algunos milisegundos de los dedicados a las tareas. Cada producto que compramos lleva adosado más dolor humano del que podemos imaginar. Un beso.
Bueno,pues yo quiero un coche como el de Marimar (que seguro que está mejor que el mío) y un tercio del dinerete que gane Mauricio. Y esta noche ponemos la tele y vemos todos el mismo programa mientras comemos las mismas patatas fritas.
Y ya sin cachondeo,muy bueno Carlos. Asusta un poco, pero, en el fondo, no se aleja tanto de la realidad.
Creo que esa es la tendencia en vigor y no me gusta la dirección que toma esta nuestra sociedad, Desde Alaska a la Patagónia y desde Vladivostock a Finisterre se extiende la avidez occidental por el consumo desorbitado de la ultima edición de chismes que sirviendo para mucho bueno se utilizan para poco. ¿Te has fijado en la perversa fijación hacia los móviles que se observa en cualquier ambiente? Creo que hasta le han puesto un nombre de enfermedad. Un beso
La uniformidad me estremece. Ni viajando lejos consigues esquivarla.
Un abrazo
Me fío de tu palabra, si dices que más allá sólo se encuentra más de lo mismo, será verdad, una verdadera pena. Un abrazo.