El libro 4
Y detrás una propuesta del museo de nueva Delhi, una acuerdo de donación de Pergamo, otra de intercambio de la biblioteca nacional de París, Una jugosa opción de venta emitida desde la Smithsonian Institution. Hasta que Honorio perdió la cuenta de las llamadas telefónicas recibidas y barajaba desaparecer durante una larga temporada, sobre todo cuando al llegar a su casa se puedo percatar de que había recibido visitas inesperadas y lo habían registrado todo de cabo a rabo en busca del maldito libro, por eso decidió conocer algo más sobre el título que se traía entre manos. Indagó en las universidades, entre los círculos más eruditos, hasta que encontró el debido consuelo entre las palabras y los consejos de un viejo rabino sefardita que había residido durante algunos años en medio oriente entre la ciudad de Alepo y Kabul la capital de Afganistán. Doctor en historia antigua del pueblo judío resultó ser un buen conocedor de la empecinada comunidad Iraní.
A una corta distancia a recorrer sobre automóvil desde la capital, entre las calles de un antiguo barrio provinciano, con las calles tapizadas de sonoros adoquines y a la vera de otra iglesia de transición entre el gótico y el románico, tras cruzar bajo el umbral de una puerta de roble tachonada de gruesos clavos, sin aviso publicitario en el dintel, se accede al interior de la primera sinagoga en la que se celebraron cultos en la península, ocupa el sótano de un edificio alzado en macizos ladrillos de la época romana que alberga media docena de viviendas. Una permanece ocupada por el respetable maestro de esa pequeña comunidad.
¿Conoce usted la efedra?
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